domingo, 1 de marzo de 2009

Crítica: "Marley y yo" de David Frankel

Es frecuente ver en nuestras carteleras cada tanto tiempo algún film que tenga como protagonista algún animalito simpático que resalte por algúna característica que lo hace especial con respecto al resto de su especie. Lo curioso de "Marley y yo" es que el animalito en cuestión -el Marley del título, un bonito labrador blanco- no resalta por ninguna cualidad en particular. Obviamente, como toda mascota es especial para su dueño, John Grogan (Owen Wilson) que relata su vida y todos los momentos, alegres y no tanto, que compartió con él durante 13 años.

Basada en el libro que el verdadero Grogan -columnista del Philadelphia Enquirer- escribiera basándose en sus columnas diarias, el verdadero valor de "Marley y yo" lo podrán encontrar aquellos que tienen o hemos tenido durante muchos años una mascota a la que pudimos llamar especial por el sentido que fuere.

Aquellos que vayan a verla esperando encontrarse con una comedia reidera, repleta de gags caninos, se llevarán una terrible desilusión. Y no es que no tenga sus momentos divertidos, que los tiene, pero el relato es básicamente una traslación de experiencias personales de lo cotidiano, que no siempre tienen la carga humorística que los aficionados más acérrimos a la comedia esperan. Por el contrario, Marley comparte con su amo todas las vivencias que se pueden tener a lo largo de mas de una década de vida juntos, lo que incluye momentos de drama y tristeza también, algunos de los cuales bordean lo artificiosamente lacrimógeno -sobre todo hacia el final- pero hábilmente tamizados por los guionistas como para evadir el facilista golpe bajo.

Obviamente, como casi todo pasaje de un libro basado en experiencias reales de su autor a un guión hollywoodense, cabe esperar cierto endulcoramiento en algunas de las situaciones narradas para hacer más vendible el producto. Por ello, resulta también más que lógico que justamente dos actores acostumbrados a la comedia como Owen Wilson y Jennifer Aniston -que parece intentar continuamente sacarse de encima su papel de "Friends"- hayan sido los elegidos para compartir la pantalla con ese simpático can. Por ahí también desfilan algunos otros nombres conocidos y con experiencia en la comedia como Alan Arkin, estupendo como siempre, demostrando que para él no existen papeles grandes ni pequeños, y una resucitada Kathleen Turner, casi irreconocible y en un estado físico que da pena, sobre todo porque estamos hablando de quien fuese uno de los simbolos sexuales de los años 80, aquí relegada a un papel de pocos minutos y casi nula trascendencia.

"Marley y yo" es, en suma, una propuesta llamativa para ver en familia, a la que quizás le sobren algunos minutos de metraje, lo que no quita que perfectamente pueda erigirse como un homenaje a la mascota que todos tenemos o tuvimos alguna vez. No pasará a la historia del cine ni por ese ni por ningún otro motivo, pero seguramente quedará en el recuerdo de muchos quienes consideran o consideraron especial a su mascota.


Puntaje: 5/10

1 comentario:

  1. 1 de marzo

    Una mascota, una parte de la vida misma

    La cinta funciona como un interesante homenaje que rinde Hollywood a las mascotas, y aunque en este caso se trate específicamente de un perro labrador, bien se podría hacer extensivo la distinción a todos esos animales que nos brindan su compañía sin importar si somos inteligentes o no, o si somos ricos o pobres, sino que brindan su afecto sin esperar nada a cambio.

    Es una cinta mucho más seria de lo que uno puede esperar como comedia, pues si bien comienza en tono jocoso poco a poco va derivando en una obra repleta del dramatismo propio de la vida misma: las responsabilidades del casamiento de los futuros amos, los gajes del ser padres, el lidiar con el trabajo, el resignar la profesión por dedicarse a la familia, etc.
    Pero en medio de todos esos avatares cotidianos y atravesando todas las situaciones, aparece Marley, un perro labrador bien especial que acompañará a la familia protagonista como un integrante más al cual hay que atender y del cual se puede esperar su lealtad y su simpatía (sin olvidarnos de su incorregible conducta rebelde).

    Como vemos, la trama del filme es sencilla y aborda circunstancias realitas que surgen del cotidiano devenir de la vida misma. Pero si bien es simple, no quiere decir que no sea compleja desde lo emotivo en el desarrollo de las situaciones ordinarias que hacen al diario y problemático acontecer que experimenta una joven familia.

    El filme posee bastante llegada emocional gracias al carisma de la pareja protagónica Jennifer Aniston y Owen Wilson (ambos resucitando sus carreras artísticas venidas a menos en los últimos años), quienes le dan volumen y humanismo a sus interpretaciones, las cuales se complementan con la cuota de sensibilidad y picardía proveniente del perro labrador que aparece como una estrella más en la pantalla.

    Es una cinta con la cual se nos sensibiliza y se nos empapa de las dificultades que el cotidiano quehacer familiar acarrea, en donde la presencia de un perro no es algo al cual hay que desestimar dentro del ajetreado trajín diario. Ya que si bien este filme comienza como la típica comedia americana donde nos disponemos a disfrutar de las graciosas intervenciones de un perro labrador que mete la pata en todos lados, la cinta se va tornando poco a poco en lo suficientemente madura y se convierte en un sensato ejercicio reflexivo sobre el amor hacia una mascota.

    Es una película que nos demuestra cómo una familia llega a profesar hondo el sentimiento hacia un animal que ofrece su compañía. Y tal es así, que se llega al punto de hacerlo parte del seno íntimo afectivo y sufrir por él tanto como si se tratase de uno más del grupo familiar.

    6/10

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